Asalto a Catedral

Por Sergio Sarmiento
"Con la iglesia hemos dado, Sancho".
Don Quijote
Las campanas de Catedral repicaron llamando a misa este domingo al mediodía. Esto lo hacen con frecuencia. Quienquiera que esté algún tiempo en el Zócalo de la Ciudad de México lo sabe bien.
Pero los grupos que se habían reunido en la plaza para festejar al "gobierno legítimo" de Andrés Manuel López Obrador claramente no pasan mucho tiempo en el Zócalo ni acuden a misa en Catedral. El hecho es que las campanas los enfurecieron porque sus discursos no se podían oír.
Otros habrían quizá tratado de hablar con las autoridades del templo. No es inusitado que los vecinos tengan dificultades porque algunos hacen ruidos que molestan a los otros. Cuando la gente actúa de buena voluntad, estos problemas se arreglan con diálogo.
Los lópezobradoristas, sin embargo, tienen otras formas de saldar cuentas. Así, un grupo de unos 150 ó 200 se dirigieron enardecidos a la Catedral. Una valla de granaderos, desplegados por el gobierno del Distrito Federal precisamente para garantizar la seguridad, permitió su paso sin molestarlos. Al parecer tenían órdenes de no enfrentarse a los militantes.
Cuando los perredistas se acercaban a las puertas de Catedral, éstas fueron cerradas por los cuatro guardias que precariamente deben proporcionar seguridad en el interior. Pero los manifestantes abrieron las puertas a patadas y entraron al templo en tropel enarbolando estandartes de la Convención Nacional Democrática y coreando el nombre de López Obrador. Sembraron el terror entre los feligreses -muchos de ellos mujeres, ancianos y niños- que ahí esperaban la misa de las doce. Golpearon y empujaron a algunos y lograron que se suspendiera la celebración.
El arzobispo Norberto Rivera Carrera no se encontraba en el recinto. Si hubiera estado, la agresión habría quizá tomado visos más dramáticos. El cardenal se ha convertido en un enemigo abierto a ojos de los simpatizantes de López Obrador. A falta de esa agresión física que se quedó en deseo, quienes irrumpieron en la Catedral insultaron a gritos al arzobispo y lo llamaron pederasta.
La arquidiócesis de México ha tomado la decisión de cerrar la Catedral por tiempo indefinido "porque no existe seguridad en esta ciudad para la libre expresión del culto". El cierre sólo concluirá cuando el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, un hombre muy cercano a López Obrador, garantice por escrito la seguridad. Es una medida extrema que no se había tomado desde tiempos de la Guerra Cristera en la década de 1920.
Marcelo Ebrard difícilmente puede afirmar que no sabe cómo ocurrieron las cosas. De hecho, el jefe de Gobierno del Distrito Federal fue el único gobernante perredista presente en el Zócalo en la Convención Nacional Democrática de López Obrador. Los demás, al parecer, han preferido guardar una cauta distancia ante Andrés Manuel y el ala radical del PRD.
Quien no abandona nunca a López Obrador es Gerardo Fernández Noroña. El ya-no-vocero pero todavía secretario de Comunicación del PRD, y uno de los principales líderes de las protestas contra el cardenal, acusó a los responsables de la Catedral de excederse. "Se prolongó el repiqueteo de las campanas al grado de que doña Rosario Ibarra suspendió su discurso. Nadie escuchaba nada. Eso molestó a la gente. Los medios fueron testigos. Eso irritó a todos".
Parte del problema para los lópezobradoristas y para el PRD es que, precisamente, los medios de comunicación estaban ahí presentes y registraron todos los detalles del ataque a Catedral. Estas imágenes pueden tener un costo político muy importante en un país católico como el nuestro (aunque el PRD tiene la ventaja de que la nueva ley electoral prohíbe las "campañas negativas", lo cual podría impedir que estas imágenes fueran difundidas en las contiendas electorales).
Si el repique de las campanas fue una provocación como argumentan los lópezobradoristas, entonces la provocación tuvo éxito. Los reportes periodísticos señalan que las campanas repicaron durante nueve minutos. Esto fue suficiente para la agresión.
La popularidad de López Obrador, que empezaba a mostrar un repunte después del nadir de la prolongada ocupación del capitalino Paseo de la Reforma, ha recibido un nuevo y fuerte golpe. El propio PRD, que con enormes dificultades ha tratado de distanciarse de la imagen de intolerancia de López Obrador y de sus simpatizantes, puede sufrir también las consecuencias de este ataque.
Me pregunto qué habría pasado si grupos violentos hubieran irrumpido en el bloqueo del PRD en el Paseo de la Reforma como lo hicieron este domingo los perredistas en la Catedral. Sin duda el PRD se rasgaría las vestiduras y condenaría la violencia de la ultraderecha. En cambio hoy vemos toda suerte de intentos por justificar el asalto a Catedral. La violencia parece ser un monopolio de la izquierda en nuestro país.
"Con la iglesia hemos dado, Sancho".
Don Quijote
Las campanas de Catedral repicaron llamando a misa este domingo al mediodía. Esto lo hacen con frecuencia. Quienquiera que esté algún tiempo en el Zócalo de la Ciudad de México lo sabe bien.
Pero los grupos que se habían reunido en la plaza para festejar al "gobierno legítimo" de Andrés Manuel López Obrador claramente no pasan mucho tiempo en el Zócalo ni acuden a misa en Catedral. El hecho es que las campanas los enfurecieron porque sus discursos no se podían oír.
Otros habrían quizá tratado de hablar con las autoridades del templo. No es inusitado que los vecinos tengan dificultades porque algunos hacen ruidos que molestan a los otros. Cuando la gente actúa de buena voluntad, estos problemas se arreglan con diálogo.
Los lópezobradoristas, sin embargo, tienen otras formas de saldar cuentas. Así, un grupo de unos 150 ó 200 se dirigieron enardecidos a la Catedral. Una valla de granaderos, desplegados por el gobierno del Distrito Federal precisamente para garantizar la seguridad, permitió su paso sin molestarlos. Al parecer tenían órdenes de no enfrentarse a los militantes.
Cuando los perredistas se acercaban a las puertas de Catedral, éstas fueron cerradas por los cuatro guardias que precariamente deben proporcionar seguridad en el interior. Pero los manifestantes abrieron las puertas a patadas y entraron al templo en tropel enarbolando estandartes de la Convención Nacional Democrática y coreando el nombre de López Obrador. Sembraron el terror entre los feligreses -muchos de ellos mujeres, ancianos y niños- que ahí esperaban la misa de las doce. Golpearon y empujaron a algunos y lograron que se suspendiera la celebración.
El arzobispo Norberto Rivera Carrera no se encontraba en el recinto. Si hubiera estado, la agresión habría quizá tomado visos más dramáticos. El cardenal se ha convertido en un enemigo abierto a ojos de los simpatizantes de López Obrador. A falta de esa agresión física que se quedó en deseo, quienes irrumpieron en la Catedral insultaron a gritos al arzobispo y lo llamaron pederasta.
La arquidiócesis de México ha tomado la decisión de cerrar la Catedral por tiempo indefinido "porque no existe seguridad en esta ciudad para la libre expresión del culto". El cierre sólo concluirá cuando el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, un hombre muy cercano a López Obrador, garantice por escrito la seguridad. Es una medida extrema que no se había tomado desde tiempos de la Guerra Cristera en la década de 1920.
Marcelo Ebrard difícilmente puede afirmar que no sabe cómo ocurrieron las cosas. De hecho, el jefe de Gobierno del Distrito Federal fue el único gobernante perredista presente en el Zócalo en la Convención Nacional Democrática de López Obrador. Los demás, al parecer, han preferido guardar una cauta distancia ante Andrés Manuel y el ala radical del PRD.
Quien no abandona nunca a López Obrador es Gerardo Fernández Noroña. El ya-no-vocero pero todavía secretario de Comunicación del PRD, y uno de los principales líderes de las protestas contra el cardenal, acusó a los responsables de la Catedral de excederse. "Se prolongó el repiqueteo de las campanas al grado de que doña Rosario Ibarra suspendió su discurso. Nadie escuchaba nada. Eso molestó a la gente. Los medios fueron testigos. Eso irritó a todos".
Parte del problema para los lópezobradoristas y para el PRD es que, precisamente, los medios de comunicación estaban ahí presentes y registraron todos los detalles del ataque a Catedral. Estas imágenes pueden tener un costo político muy importante en un país católico como el nuestro (aunque el PRD tiene la ventaja de que la nueva ley electoral prohíbe las "campañas negativas", lo cual podría impedir que estas imágenes fueran difundidas en las contiendas electorales).
Si el repique de las campanas fue una provocación como argumentan los lópezobradoristas, entonces la provocación tuvo éxito. Los reportes periodísticos señalan que las campanas repicaron durante nueve minutos. Esto fue suficiente para la agresión.
La popularidad de López Obrador, que empezaba a mostrar un repunte después del nadir de la prolongada ocupación del capitalino Paseo de la Reforma, ha recibido un nuevo y fuerte golpe. El propio PRD, que con enormes dificultades ha tratado de distanciarse de la imagen de intolerancia de López Obrador y de sus simpatizantes, puede sufrir también las consecuencias de este ataque.
Me pregunto qué habría pasado si grupos violentos hubieran irrumpido en el bloqueo del PRD en el Paseo de la Reforma como lo hicieron este domingo los perredistas en la Catedral. Sin duda el PRD se rasgaría las vestiduras y condenaría la violencia de la ultraderecha. En cambio hoy vemos toda suerte de intentos por justificar el asalto a Catedral. La violencia parece ser un monopolio de la izquierda en nuestro país.
Etiquetas: Catedral, Convención Nacional Democrática, Gobierno Legítimo, Soberbia
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